jueves, 3 de mayo de 2012

Edgar Bayley II


   TANTO HAS ANDADO EDGAR BAYLEY

por Enrique Molina

     Sí, sabe bien su camino, sabe que donde pisa se desfonda: "milano  estrella de mar  molusco  chacal rompientes  helechos...", vuelan las hojas, la casa se llueve en plena calle; sabe muy bien adónde va, "camino  fiesta de sed cada mañana"; por cierto conoce el viaje y la ardiente vigilia, la de los ojos abiertos y la del sueño, de paso, junto al mar, y así va a buscar su cabeza entre las flores; sabe muy bien su camino, a trompicones, con gran desnudez en la orilla de los alcobranes: "has hablado un idioma muy nuevo todavía / venido de muy cerca del corazón y los pasos", pero sabe también guardar la compostura, a pleno sol, en plena sombra, en  todo el viento, y ello sin proferir un grito nunca, manejándose con la razón o sus fragmentos, restos náufragos, relámpagos. La verdad está aquí, entre estas piedras, en esta arboleda, en este aposento de sobresaltos súbitos y gallos y el plato y los cubiertos bajo la mesa.
      En Bayley se le hace justicia a la poesía; no hay en él ningún escarnio de las costumbres tormentosas y la aparente torpeza de la poesía entre las gentes delicadas a degradarla con cara de muerte. Los hombres olvidan la poesía, pero la poesía no olvida a los hombres, irrumpe de pronto en el lugar menos pensado, en el momento menos oportuno, para ponerlos contra el muro; exalta la vida hasta hacerlos retorcer de vergüenza, "una risa larga / libre", y su castigo; "algunas pasiones en busca de lo absoluto". Bayley puede utilizar palabras y expresiones recogidas en cualquier sitio, en el mercado, en las casas, en sus lecturas, pero las distrae de su uso corriente con una gota de fuego para dejarle todo el espacio a la poesía: "sólo unas palabras / para recordar que estas palabras no son palabras". Son manos que se estrechan, latidos, señales anteriores a la torre de Babel. 
      [...] Carente en absoluto de todo lenguaje sublime, sin ninguna reverencia hacia "la ortopedia del espíritu", la obra lírica de Bayley crea un espacio de alta tensión, una permanente apelación al amor, a la comunión humana, desde la identidad de una condición cuya sola respuesta es el absurdo y la muerte. Su energía se alimenta de esa fe en la poesía que arrancará a los hombres de sus televisores, de su gastronomía, de su miserable confort, para lanzarlos al mar abierto, en plena revelación, hasta que surja de cada cosa la esfinge de ojos cotidianos, el fondo de eternidad y de demencia oculto en el secreto de un vestido, de una cuchara o una jarra de vidrio verde.
      Sus poemas son sólo fragmentos de un discurso único, momentos de un itinerario cotidiano, simples espacios de un  recorrido que viene de muy lejos y prosigue sin pausa y del que toman, como entre dos paréntesis, un destello que de pronto se llena de un sentido propio.
     Así prosigue su camino, interrumpido a veces por la forma de una sartén o de una piedra o de un vaso, por esa ternura sobre el filo de la navaja, prisionera en el interior del Gran Vidrio de Duchamp; la trituradora de chocolate, a punto de molerlo, sigue adelante, sin embargo, fiel a las extrañas costumbres de los alcobranes, la buena señora ha abandonado la acera y ha depositado su bolso de hortalizas al pie de un menhir; tan llena de fe en sus ruleros, no entiende la fiesta ¿y donde estamos? ¿adónde hemos llegado...? No importa. Sobre el hilo desnudo de esos poemas igual que sobre esos larguísimos hilos que cruzan los campos, se posan al atardecer centenares de pájaros, y el sabe bien su camino; de todos modos el mar y el amor fueron siempre un enigma y esos peldaños, esa escalinata, estaban allí desde siempre. "Poesía, esperanza viril entre los hombres".

De "Poesía Argentina Contemporánea", editado por Fundación Argentina para la Poesía, en Buenos Aires, octubre de 1978. 


COSTUMBRES DE LOS ALCOBRANES

no sé mucho de pájaros
sospecho sin embargo que no eres un albatros
un alcobrán más bien de fino plumaje negro
tus alas de gigante te permiten volar
y te quedas retenido en esta casa
te arrastras de una a otra habitación 
no entiendo qué te impide fugarte
hablamos poco lo indispensable
y yo es verdad me olvido de tu presencia
te dejo abandonado durante semanas enteras
tú te buscas tu alimento arreglas tu lecho
no me das trabajo y como yo hablas muy poco
no sé como apareciste en mi casa
y además si alguien supiera que hay aquí un alcobrán
qué contrariedad qué de explicaciones rebuscadas
pero no me molesta ni tu fija y brillante mirada
ni tus garras ni tus alas ni las raras veces
que hablas de tus viajes
yo sé sin embargo que los alcobranes cambian mucho de personalidad
que a veces se vuelven habladores
y tanto pueden ser simpáticos corteses  hábiles y atractivos
y brillar en sociedad
como volverse ásperos torpes insolentes agresivos y coléricos
que tanto pueden divertir con sus cómicas piruetas
como asustar con sus violentos estallidos
que pueden ser humildes amables y pacientes
como intemperantes y suciamente orgullosos
o inteligentes y de una gracia activa y bondadosa
o de ingenio lerdo desmañados y de crueles intenciones
pero sé también que los alcobranes padecen por sus errores en sociedad
y que el amor que no pueden expresar ni ejercer
es su verdad más honda la única inalterable
por eso es muy posible aunque no te lo he preguntado
que después de muchos viajes y experiencias
prefieras para no causar involuntarios inevitables males
mantenerte apartado en esta casa
porque sabes que no hay fiesta posible
ni otra vía que la soledad y el olvido

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