lunes, 30 de julio de 2012

Héctor Tizón (1929-2012)



Adiós a Héctor Tizón: El desierto lleva su nombre

 

De alguna manera, en el flamante Memorial de la Puna editado por estos días, una recopilación de bellas y sobrias crónicas e historias breves, Héctor Tizón ya prefiguraba su despedida del vasto y metafísico desierto fronterizo y los habitantes secos, silenciosos y solitarios que retrataron sus obras. Allí anunciaba que probablemente no volvería a escribir, y que dedicaría el último tramo de su vida a consustanciarse con la naturaleza que lo rodeaba. La muerte, así y todo, deja la sensación de haberle llegado pronto. El escritor argentino murió ayer a la mañana en su casa de San Salvador de Jujuy, a los 82 años.
Tizón había nacido el 21 de octubre de 1929 en el pueblo jujeño de Yala. Abogado, periodista y diplomático, fue autor de una veintena de novelas y recibió varios premios nacionales e internacionales por su labor literaria, además de haber ejercido como diplomático vinculado a la Unión Cívica Radical (UCR) y ocupado un cargo de ministro de la Suprema Corte de Jujuy. La trayectoria del escritor está atravesada por obras como Fuego en Casabindo, Luz de las crueles provincias y Extraño y pálido fulgor, libros editados en Argentina por Alfaguara.
Su primera obra de relatos, A un costado de los rieles, se publicó en 1960 en México, mientras se desempeñaba en ese país como diplomático. Según los críticos, su obra era fiel a su lugar de origen y el paisaje que describía no era sólo el marco donde encuadraba a los personajes, sino “la historia misma”. A su vez, sus narraciones tenían un carácter universal. Tizón dijo en una entrevista con La Nación que un literato “debe escribir sobre el lugar y la gente que conoce, tratando en lo posible de que no se note y lo pueda leer todo el mundo”.
En su obra destaca también La casa y el viento, libro fruto del desgarro que supuso para él el exilio y que escribió como un “último intento de no enmudecer para siempre”. Tizón se exilió en España a causa de la última dictadura militar argentina, pero el lugar a donde volvía siempre y encontraba inspiración era Yala, el pequeño pueblo limítrofe con Bolivia ya citado en el que transcurrió toda su infancia.
[...] Tizón fue distinguido con varios premios en Argentina. Nombrado además por el Gobierno francés “Caballero de la Orden de las Artes y Las Letras”, fue presentado en 2005 por la Fundación Konex como candidato al Nobel de Literatura. “Si un escritor vive pendiente de los premios, no puede escribir ni una línea, y si se lo dan (al Nobel) es aún peor, porque entonces sí que no puede escribir en mucho tiempo”, señaló en ese momento.

Local y universal

Una manera certera de recordar a Tizón, además de emprender la lectura de su cuantiosa obra, es revisar las numerosas entrevistas que concedió, lúcidas e incisivas. En una nota en La Voz del Interior en 2006, decía que “leer a un escritor que no es de un determinado lugar y de un determinado tiempo es como tomarse un placebo: no sabe a nada”. Allí también decía que la Constitución Argentina era racista y se lamentaba de que la cultura oral en la que había nacido estaba siendo desplazada por la imagen.
En otras declaraciones a este medio en 2005, se refirió a su doble profesión de juez y escritor: “Ambas se necesitan y complementan”, dijo, y agregó: “La justicia no ríe ni llora, cumple su tarea en silencio y debe rechazar todas las presiones, incluso las callejeras”.
En una nota con Ñ, decía que para él La casa y el viento y Luz de las crueles provincias eran sus obras más valiosas, junto al cuentoLos árboles, escrito en Holanda.
El sello Alfaguara, responsable de publicar casi toda la obra de Tizón, despedía en su sitio web oficial “con admiración y profundo afecto a su autor y amigo”. Y remataba: “(Tizón) Nos deja su obra grande y honda, superadora de todo localismo, misteriosa y profundamente humana”.

Publicado en La Voz del Interior, Córdoba, Argentina. Lunes 30 de julio de 2012
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VISITAS EN JUJUY

                            (a Héctor Tizón)

La casa de los hijos de la tierra
—¿lo habías olvidado?—
se abre llamando, se cierra
recordando. 
--------------- El corazón
es una fruta enorme.

                  
Rodolfo Alonso

De "Alrededores", Buenos Aires, Centro Editor, 1983


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