(foto: Daniel Grad) |
AD PROFUNDUM
Ante el día por verse,
papel en blanco, silencios,
el vaivén de palabras vanas
ante los ojos,
y uno piensa, uno piensa.
Toda alianza quebrada ya con la altura,
tampoco señales, voces
para el hombre guarde tal vez
el otro reino, el sombrío,
que pisaron plantas mortales
-osados descensos, lujos
desdeñados hoy día por la costumbre.
No soy digno,
perdón, callados señores:
yo quise saber siquiera
si un gran delta sembrado allá de miembros y rostros
yertos,
bajo el frío andar de la luna,
para Sus Tenebrosas Majestades es como nieve
que desde el suelo filtra a estos negros ríos,
si el estrépito del caer
de una Edad con sus viejas torres
aquí sólo es oído como otra hoja
que da al viento un otoño.
EN LA MUERTE DE BLASETTI
Te seguiré encontrando, viejo taoísta,
por las islas del Tigre mientras Dios quiera,
y al promediar el mismo vagabundeo
nos diremos, tal vez al pasar la casa
cuyo nombre es “Mallorca”, que ya es bastante
de senderos exiguos, de puentecitos
enclenques sobre un arroyo,
de taciturnos perros de inmóvil cola.
Y sentados en el “Riviera”
beberemos un lento vino junto al Sarmiento,
dejando flotar el humo del cigarrillo
en un rayo de sol filtrado de entre los sauces,
la mirada perdida en la huyente estela
de la estridente lancha, el rítmico remo,
silenciosos en el instante los corazones,
pasajeros eternos. Y antes
del deprimente ocaso,
como siempre, caro poeta inventor de enigmas,
fabulador de cósmicas miniaturas,
sublime y grave embustero,
tomaremos el tren de vuelta rumbo a Barrancas.
Y a la ciudad inhóspita más templados
volveremos (irremediables
isleños entre el tumulto),
rememorando versos,
mentando tal vez amores,
haciéndonos cierto guiño
de fantasma a fantasma, libres,
tú sin novia de un día, yo sin mi viuda.
2005
Hoy, con su bagaje de poesía, los dos amigos transitan por
los senderos de lo insondable.
Hoy, a Jorge Andrés nuestro homenaje; nuestro recuerdo
permanente a su entrañable amistad.